Toma un momento de tu atareada e insulsa vida y haz lo que te apetezca solo a ti. Sal a la calle y corre, apaga el móvil y pinta un cuadro, dibuja una sonrisa y mata a carcajadas. O simplemente déjate caer en tu cama y que las horas pasen.
A veces es necesario hacer un alto en el camino y respirar, sentir por un momento la cuerda que ata la vida y aflojar… ¿Qué? ¿Perder el tiempo? No. Invertirlo en uno mismo, en salud mental y en salud espiritual. Porque si bien son importantes las horas de gimnasio, de estudio y de trabajo, también lo son de risas, de una cerveza en un bar o de una noche llorando a oscuras.
Digan lo que digan, piensen lo que piensen, invierte en ti mismo. No habrá mejor beneficio a largo plazo.
Como diría un grande: no se puede ser simpático siempre, ni educado, ni encantador ni sobresaliente. Que mejor diez días al 100% que once al 99.
Así que la próxima vez que todo se nuble o se tuerza y parezca que se viene encima de forma inminente, toma tu tiempo, que es tuyo y de nadie más, e inviértelo en la persona más importante del mundo… Tú.
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