Ahora que el viaje de mi vida me permite unos ciento veinte minutos de descanso de la ya habitual y estresante vida en la capital, os escribo.

Resulta que, echando la vida atrás, he recordado aquellos que fueran mis primeros pasos en el mundo de la comunicación. Como normalmente sucede con los recuerdos, aquellos vídeos tenían una forma en mi cabeza que luego no se corresponden con la realidad latente y aún visitable en YouTube. Y así ha sido cuando he querido comprobar si ha habido un avance real desde mis comienzos allá por 2012.

Una imagen borrosa y oscura. Un audio turbio y poco depurado. Frases farfulladas y sin conexión. Ese es el resumen de mis comienzos, y es que aquella Canon 400D (que no grababa de forma directa y tenía que ser usada con un programa para grabar un máximo de 14 minutos a través de un ordenador que la utilizaba como webcam) y el dichoso micrófono del singstars (sostenido en una improvisada base que no era más que una lámpara de escritorio) no daban para más. Bueno, rectificando, dieron para muchísimo más de lo que estaban pensados. Grabé cerca de 100 vídeos con aquel equipo deficiente.

Como ocurre con todas las aficiones, uno va mejorando con el paso del tiempo y se va pudiendo permitir un mejor equipo y acaba por ofrece un producto más depurado. Ese fue el caso de mi canal, con el paso de los vídeos la afición se fue convirtiendo poco a poco en un entretenimiento y en un posible trampolín laboral. En mi casa ya se hablaba de una vocación tardía y de posibles trabajos que vendrían si el trabajo seguía siendo duro y constante (en mi casa es igual que quieras ser granjero que físico-nuclear, lo importante es el trabajo duro y demostrar que si estás, estás a por todas).

Así fue como aterrizó en mi casa mi primer micrófono en condiciones. Con unos ahorros de 120€ y algo de financiación familiar, aquel maravilloso T-Bone 440 llegó a mi habitación. La calidad de audio mejoró considerablemente. El ruido de fondo que intentaba disimular con música ya no suponía un problema. Las frases ahora sonaban claras y el audio había ganado fuerza.

Pero la imagen… ¡Ay la imagen! Aquella Canon 400D estaba cansada y comenzaba a dar señales de necesitar una merecida jubilación. Un tractor no está hecho para correr en circuito de F1 y esta cámara estaba corriendo día sí y día también en el circuito de Lemans. Para que os hagáis una idea del invento: la cámara apoyada en paquetes de pañuelos (para ganar altura y encuadrar) se conectaba con el ordenador mediante un cable USB. Esta conexión era interceptada por un programa de dudosa procedencia que mostraba lo que la cámara veía en tiempo real (con una pésima calidad). Una vez que en pantalla tenía la imagen de «vídeo», un programa se encargaba de capturar la pantalla del ordenador y guardar el vídeo mientras otro programa capturaba el audio del micrófono. Todo un panorama de monstruos interconectados y trampas que apañaban el resultado.

Por aquellos entonces yo ya realizaba andanzas como locutor deportivo gracias a aventuras que os contaré en otra entrada. Esto me permitió tener cierta solvencia económica que invertir en mi pasión, aunque no la suficiente. Por suerte, siempre lo diré, en mi casa eran conscientes del trabajo duro y del esfuerzo que estaba dedicando a esta tardía vocación y de nuevo ayudaron a la causa con más financiación económica. De esta unión apareció en mi casa la tan maravillosa Canon 600D que aún me acompaña en mis aventuras.

Con un audio y un vídeo decente, el resultado era más que notable.

Por desgracia, como ocurre en todos los cuentos, dos villanos se interpusieron entre producto final y creador: una ingeniería y un trabajo. Una ingeniería informática que robaba casi todas las horas libres de los días laborales y un trabajo como locutor deportivo que ocupaba mis fines de semana. Estudiaba mi pasión y trabajaba de mi vocación, no me malinterpretéis, amaba lo que hacía y mi vida estaba completa en muchos sentidos. Pero tuve que dejar de lado una parte muy importante para mí: los vídeos.

Han sido muchas las ocasiones en las que he intentado volver, pero el tiempo es un amante muy cruel que te hace creer que le tienes en tus manos cuando eres tú quien está colgando de su espalda sin poder arañar un momento más de su esencia.

A día de hoy me arrepiento muchísimo de no haber podido continuar con más constancia en el mundo de YouTube, pero me quedo con el recuerdo de aquel libro publicado (del cual también hablaré en alguna otra entrada), muchísimas amistades que aún conservo y que conforman el abanico de personas a las que quiero y adoro, la experiencia delante de un micrófono y, por supuesto, el trampolín que supuso para mi vida laboral y sin el cual yo hoy no estaría trabajando de locutor deportivo.

¡Sed buenos! Si os dejan…

P.D: Os dejo el último trabajo, para que podáis comparar si queréis.

Categorías: Blog

JairoCosta

Locutor deportivo, informático, fotógrafo, escritor... ¡Y ahora también con un blog! Llevo muchos años en Internet disfrutando, consumiendo y creando contenido. Es por eso que con este blog intentaré devolver un poquito de todo lo que tomo. Si te gusta... ¡COMPARTE!

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